13.12.06

Lo que deja Pinochet

Foto: Thomas Hoepker

Cuando se discute sobre los abusos cometidos durante el gobierno de Augusto Pinochet, sus apologistas suelen insistir en dos supuestos grandes logros del dictador: la contención del comunismo y el desarrollo económico del cual goza Chile hace años. Estas son dos grandes falacias que no deberían ser tomadas en consideración para justificar los excesos que cometió Pinochet.

La contención del comunismo en Chile fue una victoria del gobierno estadounidense en el contexto de la guerra fría. Desde el punto de vista del equilibrio de poder en el mundo bipolar, la alternativa al apoyo al golpe de 1973 era esperar a que el gobierno de Allende sucumba por sí mismo (el pésimo manejo de Allende es callado por la izquierda chilena), la cual fue rechazada por el Secretario de Estado Henry Kissinger por demorada y costosa.

Pero no es sostenible que Chile ganase con ello ni que fuese la mejor opción para el pueblo chileno. El daño emocional de miles de familias afectadas por la violencia política y la persecución difícilmente puede ser considerado razonable frente a la derrota del comunismo, en una arena donde los chilenos no eran protagonistas. Es difícil suponer que el comunismo de Allende prevalecería, en especial dada su desastrosa administración, o que provocaría mayores daños que la dictadura.

En cualquier caso, la contención del comunismo no merecía dejar de lado la democracia, una tradición chilena que ya tenía 40 años (algo excepcional para Latinoamérica). Una solución inconstitucional pero más razonable habría sido convocar a elecciones tras el golpe, pero el gobierno militar pensaba en el poder antes que en el bienestar de los chilenos (como hacen patente las millonarias cuentas de Pinochet, algo que callan sus defensores).

El argumento del sostenido desarrollo económico chileno es aún más débil. Las cifras agregadas de crecimiento han sido mayores durante la concertación democrática que durante la dictadura. La represión impidió el cuestionamiento de las políticas económicas asociadas con ciertos representantes de la Escuela de Chicago, que contaron con un campo de prueba para diversas teorías, con la ventaja de que no habría debate sobre el impacto negativo de ellas. En cualquier caso, aún asumiendo que las bases del crecimiento sí se deban a la administración de Pinochet, la gestión democrática ha probado ser un mejor entorno que un totalitarismo de derecha.

El gobierno de Augusto Pinochet deja un legado agrio. No puede olvidarse las más de 3000 muertes que provocó. Esta semana ha sido evidente la profunda división y las heridas sin sanar que su gobierno ocasionó, no sólo entre las familias de los muertos y "desaparecidos", sino entre los exiliados. De forma paradójica, el maltrato a la democracia, supuestamente justificado por la derrota del comunismo, parece haber generado entre los chilenos un genuino compromiso con ella, y un respeto a la institucionalidad. Esto habría motivado la concertación democrática que ha sabido llevar a los chilenos a un mayor bienestar. Esperemos que tras la muerte de Pinochet pueda llevarlos a reparar las fracturas que la dictadura dejó.

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