1.12.06

El gobierno israelí y el terrorismo palestino

Foto: Omar Tesdell

Beit Jala es un pequeño pueblo cercano a Belén, a 10 kilómetros de Jerusalén, en Cisjordania. Tiene 15,000 habitantes; casi un 80% de ellos son cristianos. Su producción agrícola, que alimenta a la mayor parte de su población, se realiza en dos áreas de 14 km², que también abastecen a la colonia israelí de Gilo. Los planes de extensión del muro de separación entre Israel y Cisjordania prevén que este rodee esas áreas cultivadas y aísle a la población de Beit Jala de su fuente de alimentación, además de menoscabar las exportaciones vitivinícolas.

Lo que podría suceder en Beit Jala es parte de un proceso mayor propiciado por el gobierno israelí que hará imposible una solución de dos estados para el problema israelí-palestino. Toda vez que la conformación de un estado único que incluya a ambas naciones es poco probable (pues el gobierno israelí no parece dispuesto a conceder la igualdad de representación a los palestinos, que no se integrarían sin esa garantía de participación en el gobierno), la colonización de Cisjordania –con la ocupación sobre Jerusalén y, sobre todo, de Belén- hará imposible la aplicación de las resoluciones de la ONU sobre la controversia (las 242 y 1397 del Consejo de Seguridad, y las 181 y 194 de la Asamblea General). Una vez que Israel termine de colonizar áreas estratégicas en Cisjordania, difícilmente se podrá retirar a la población israelí del territorio palestino.

El muro entre Israel y Cisjordania está orientado a desarrollar esa estrategia. Si estuviese destinado a la protección contra ataques terroristas, no tendría que construirse en territorio palestino, sin respetar las demarcaciones establecidas de forma preliminar en la resolución 242. Ello hace pensar más bien en una política que Desmond Tutu llama segregacionista, destinada a hostilizar a la población palestina –con los más de 500 controles de paso establecidos en Cisjordania-, perpetuar la ocupación de los centros de peregrinación religiosa y colonizar cada vez más territorio –apoyada por la integración vial de uso exclusivo para israelíes-. Los planes de un muro que aísle Beit Jala y que eventualmente rodee Belén son una muestra de la decidida estrategia israelí.

En Palestina hay cada vez una mayor desconfianza en una solución diplomática al conflicto, pues la correlación de fuerzas hace poco viable concesiones mutuas, y no parece haber una potencia dispuesta a mediar entre las partes, ni un contrapeso a la posición estadounidense en la ONU. A ello debe añadirse que Hamas ha tenido un valioso rol en la provisión de servicios públicos y seguridad, y que a diferencia de Al Fatah no se ha visto envuelto en acusaciones de corrupción. Su deleznable brazo terrorista se ve alimentado cada vez más por la opresión y la falta de conciliación que el gobierno israelí mantiene frente a la cuestión palestina. Los gobiernos conservadores israelíes son los que generan el odio y la frustración que sólo encuentra mecanismos de expresión en la violencia política. El gobierno israelí es el principal responsable del terrorismo palestino –como lo es del libanés-.

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